El mal que aún no llega

5.0.2

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La incertidumbre es la incógnita que crea inquietud sobre algún tema en específico. Actualmente el contexto del país se presta para que muchos de nosotros vivamos con incertidumbre en relación a diversos ámbitos de nuestras vidas cotidianas.

En lo particular, creo que la incertidumbre es directamente proporcional a la especulación, y por ende se encuentra estrictamente ligada a prospectivas del futuro. Es decir, para vivir en un ánimo de incertidumbre se deben tener proyecciones poco alentadoras sobre el futuro con respecto de algún área de la vida en concreto: sobre la pareja, el trabajo, la política, etc.

Gran parte de la incertidumbre por la que atravesamos muchos hoy en día se debe a la cultura “líquida”, de la que en muchas de sus obras nos habla Bauman, un reconocido filósofo y sociólogo polaco, ganador del Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Este autor hace referencia a la vida líquida en general, entendiendo que lo líquido es efímero, pasa y no perdura, que se escurre de las manos, que dura poco. Y en este sentido comparto una breve cita sobre la cultura líquida que dicho autor comenta que se ha venido formando:

“La cultura líquida moderna ya no siente que es una cultura de aprendizaje y acumulación, como las culturas registradas en los informes de historiadores y etnógrafos. A cambio, se nos aparece como una cultura del desapego, de la discontinuidad y del olvido.”

 En efecto, el consumismo ha forjado en muchos de nosotros el modelo del desapego, la discontinuidad y el olvido. Esto en el sentido de que los productos y servicios que se ofrecen en nuestra cultura “evolucionan”, “mejoran” y por lo tanto en poco tiempo más habrá que conseguir la nueva versión de tu consumo actual: Un ipod nuevo, una televisión nueva, un modelo educativo de vanguardia, etc.

Este fenómeno sucede incluso con la idiosincrasia social, puesto que muchos de los valores tradicionales cada vez se modifican a la par de las nuevas tendencias sociales, y surgen nuevos conceptos culturales como la libre convivencia, la legalización de la marihuana en algunos países, nuevas preferencias sexuales, nuevas religiones, un sin fin de temas de novedosa creación o por lo menos de reciente aceptación que la sociedad actual ha venido implementando en la cultura en los últimos años.

Al instaurar este modelo de renovación continua, el ser humano se ve implícitamente obligado a desprenderse de sus pertenencias, logros y valores para “mejorarlos” pues si no se actualiza se infiere que tiene una vida obsoleta, de desechos.

De lo anterior, podemos comprender que esta presión inconsciente y que no necesariamente es solo material, nos genera incertidumbre. Nos produce una ligera inquietud que con el tiempo crece hasta que se vuelve una especie de necesidad de ir con la corriente de la modernidad y el consumismo.

La incertidumbre nos aqueja y por lo tanto nos daña. Trae consigo estrés que a la larga puede derivar en malestar físico y emocional. Es igual de dañino afligirnos por un futuro incierto y poco alentador que flagelarnos por errores del pasado, y es por esta razón y por salud que es más que pertinente que nos enseñemos a vivir plenamente nuestro presente. A veces nos preocupamos de más por situaciones imaginarias que muy probablemente ni siquiera sucederán, o nos inquietamos por un estilo de vida que no va con nuestros valores y con nuestra ideología. Desde un punto de vista racional la incertidumbre es un sinsentido, es un mal que muy probablemente nunca se materialice.

“La verdadera generosidad para con el futuro consiste en entregarlo todo al presente.” Albert Camus.

Gladys Fabiola Pérez Martínez.
Guadalajara, Jal.
Twitter: @glaperezm

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